sábado, 28 de mayo de 2011

BENDITO CONTAGIO

Como si fuera una epidemia que ha contagiado a gran parte de la población mundial, las reivindicaciones en contra de las injusticias sociales se están expandiendo por casi todos los países de nuestro planeta. Hago un poco de memoria y afirmo que el punto de partida de estos movimientos ciudadanos, que buscan una sociedad más justa, tuvieron su inicio a principios de este año 2011 cuando Mohamed Bouazizi decidió quemarse a lo bonzo en Túnez. Este joven de 26 años, vendedor ambulante de frutas, tomó esta determinación harto de las condiciones en las que se encontraba su país. Como consecuencia de ello comenzó una auténtica sublevación tunecina, en la que la población se echó a la calle y con rezos, súplicas, protestas, llantos, risas y gritos consiguieron que sus voces se escuchasen en el mundo entero y poner fin a un gobierno corrupto que llevaba décadas aprovechándose de los ciudadanos.

Su ejemplo no tardó en extenderse por los países vecinos, y desde Europa analizábamos cada paso que se daba allí, hasta el punto de reservar una zona de los periódicos nacionales llamada “OLA DE CAMBIO EN EL MUNDO ÁRABE”.

Pero como si de un virus se tratase, que no entiende de jerarquías ni de nombres, la energía de la “revolución” traspasó las fronteras de norte a sur y de este a oeste del globo terráqueo. Mohamed Bouazizi prendió la mecha de una explosión en nuestro interior que necesitábamos urgentemente. Actuó como despertador de un letargo en el que nos encontrábamos sumergidos desde hacía mil años y que nos impedía alzar la voz en contra de todo aquello que NO ES JUSTO.

La racionalidad es una de las capacidades que nos diferencian del resto de seres vivos, la capacidad de utilizar nuestra mente como el arma más poderosa que poseemos es la verdadera característica que nos diferencia de las demás especies.

Y hoy como si fuésemos auténticos animales salvajes he visto la actuación de los Mossos D'Esquadra para despejar la zona de protestas PACÍFICAS de Barcelona. He visto una auténtica jauría que no se basa en la ley del más fuerte de la naturaleza, pues entre todas las personas que allí se encontraban no existen, o al menos no deberían existir, jerarquías. La igualdad y el respeto son palabras vacías de significado en nuestra sociedad y casualmente el ser humano es el único capaz aplicarlas en su vida cotidiana.

La revolución que está sacudiendo los cimientos de esta sociedad del siglo XXI no la tomo, a título personal, únicamente como una reivindicación de derechos de todos y cada uno de nosotros, sino como un punto de partida hacia una humanidad en la que los valores que mueven el mundo sean totalmente opuestos a los que hoy en día dictan las bases de toda la organización política, social y cultural de cualquier país. El cambio esta en nuestra mano, la actuación colectiva genera muchos más resultados beneficiosos, pero el cambio individual es el que realmente hace posible un mundo del que nos podamos sentir orgullosos.

"En el futuro, la maldad debe ser perseguida, reconocida, y, en lo posible, evitada... El cambio revolucionario deberá lograrse, no en el mundo externo, sino en el interior de lo seres humanos" - Un Mundo Feliz

Raquel Gormaz

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